Cuando las compañías deciden trabajar de forma intencionada la cultura, es porque identifican que se deben privilegiar unas capacidades en el día a día, que no están claras en el actuar, en el relacionamiento, en las dinámicas, pero que son fundamentales para lograr los retos estratégicos. Trabajar de forma intencionada la cultura es establecer el norte, es tener claro el marco de cultura que incluye: fortalezas, movilizadores, retos y deja en evidencia qué capacidades faltan por incorporar o se deben fortalecer para lograr los objetivos propuestos.
Una vez se tenga claro el marco de cultura, se debe socializar, que todos lo conozcan pero más importante aún, que lo vivan, que lo tengan como dirección en su actuar y forma de hacer las cosas.
Y la gran pregunta es, ¿Qué es fundamental para empezar a tangibilizar la cultura? ¿Cómo hacemos para incorporar nuevas narrativas alrededor de las capacidades establecidas?
Para que la cultura requerida sea una realidad, es decir, para gestionar el cambio, debemos empezar por intencionar conversaciones alrededor de lo que queremos trabajar, por ejemplo, la autonomía como movilizador cultural. Es importante cuestionarnos ¿Qué conversaciones estamos poniendo sobre la mesa para que la autonomía se viva en el día a día?, ¿Qué rituales son fundamentales para que las personas sean autónomas y puedan evidenciarlo en lo que hacen? ¿Qué narrativas acompañan la autonomía como pilar de la cultura?
Una de las grandes palancas de todo proceso de cambio, está en la comunicación para el cambio, porque la comunicación permite crear un ambiente de interés, evidenciar unos temas de influencia sobre los contenidos de la organización que va poniendo en marcha la necesidad del cambio y las evidencias de cómo ese cambio empieza a ser urgente y prioritario para la compañía: la comunicación es un componente transversal de todo esfuerzo en gestión de cambio.
Se hace gestión de cambio a través de “acupuntura”, es decir, actuando sobre contextos, actores, líderes o grupos específicos de la organización de una manera muy específica sobre sus realidades y sobre las necesidades de cambio que están puestas en cada proceso de cara a los retos de negocio, de cara a los retos del equipo, pero a la vez se activan elementos comunes al diálogo organizacional, a través de los medios propios, a través de propiciar espacios de encuentro que sean generales para poner temas o espacios de reconocimiento o feedback generales o materiales pedagógicos que se puedan poner a circular a través de momentos de verdad en una línea de tiempo donde se está activando comunicación para el cambio de manera continua e interviniendo de manera específica momentos y grupos puntuales.
Las conversaciones intencionadas, los rituales, las acciones son la mejor forma de tangibilizar la cultura y esto se resume en comunicación. La comunicación juega un papel crucial a la hora de mover cultura, porque es la herramienta por excelencia para hacer que las cosas pasen, y no hablo solo de piezas gráficas, de objetos lindos, de mailings, de ecards que llamen la atención, que si bien son fundamentales, son accesorios de la comunicación consciente, que es la que genera conexión y cambio. La mejor forma de comunicar es teniendo conversaciones alrededor de los pilares, de las palancas a movilizar, es intencionar temas en común, temas que deben ser reconocidos por todos, porque la cultura se vuelve una realidad en la medida que todos somos parte de ella, no de unos cuantos o del comité directivo.
La comunicación es la columna vertebral de un proceso de cambio o de transformación cultural porque acompaña de forma consciente el proceso; cuando le damos la relevancia que requiere la comunicación nos damos cuenta que el proceso, que la estrategia, se vuelve una realidad.
Por: Cristina Zapata
Miembro de la Comunidad Cooltura
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