Para empezar a hablar de un tema tan importante en la gestión de la cultura, como son los incentivos, quiero dar una breve explicación de estos. La acción humana suele regirse por incentivos, muchos de los cuales existen a nivel inconsciente. Cada vez que una persona realiza una determinada actividad lo hace con un fin que, de una forma u otra, le brindará satisfacción. Dicho fin es el incentivo que moviliza el accionar.
De acuerdo con lo anterior, en términos netamente organizacionales, los incentivos son aquellas acciones que de manera implícita o tácita proyectan reconocimiento a las personas. En otras palabras, los incentivos van desde comentarios que aparentemente son inofensivos (como por ejemplo “Uy no pues se motiló”), hasta incentivos oficiales como bonos, reconocimiento, salario emocional adicional a los equipos que logran un determinado reto o a las personas. Cuando incentivas a las personas, estás impulsando a la cultura en una dirección o en otra; y con esto quiero decir, además, que son las conversaciones cotidianas las que van moldeando la cultura, por eso es importante revisar qué conversaciones se tejen y con esto que cultura tengo.
Cuando dejamos que las personas interpreten de forma natural qué comportamientos se van a incentivar, puede generarse una barrera inconsciente en la forma como se gestiona la cultura, se interpreta de acuerdo con las conversaciones de “pasillo” como lo mencioné anteriormente, donde de forma errada se pone de manifiesto qué se premia y qué es mal visto. Por lo tanto la declaración intencionada de la cultura y sus incentivos es un proceso primordial.
Hay organizaciones que de manera formal o informal promueven castigos fuertes; por ejemplo, en los procesos de selección ¿qué grupos de personas son auténticamente vinculadas y sumadas a los procesos?, en los procesos de desarrollo, ¿a qué tipo de grupos internos se les permite acceder a beneficios de formación? y esto hace que la gente diga me siento castigada por ser “negra” o me siento castigada por “ser tan crítica” o “cada que yo digo lo que pienso me dicen llegó la sindicalista” y se empiezan a mover sistemas invisibles informales de incentivos y castigos que terminan determinando de una manera mucho más fuerte la cultura que incluso la cultura declarada. Ojo gente, no caigamos en esto.
Es importante declarar qué tipo de comportamientos estoy incentivando en mi organización y si soy claro en la forma cómo declaro estos comportamientos para que así mismo las personas tengan presente qué es relevante en la compañía a la hora de dar incentivos, que como dije anteriormente, pueden verse representados de muchas formas.
Es fundamental que los incentivos que entrego o que declaro como organización, estén asociados con aquellos comportamientos y acciones que estoy fortaleciendo en mi cultura. Incluso desde la experiencia del empleado, tener presente en qué puntos entrego incentivos, de cualquier tipo, y así mapear esas acciones que son determinantes en el ciclo de vida del empleado y que quienes las cumplen, además de lograr el incentivo, van elevando su nivel de compromiso logrando ser embajadores de la cultura que estoy implementando.
Por: Cristina Zapata.