Una de las partes más importantes y reveladoras de una transformación cultural, es la transformación misma.
Recordemos que una organización no se transforma, se transforman las personas que hacen parte de ella, y hoy profundizaremos en este tema; el cambio de las personas, la apropiación de nuevas formas de hacer las cosas, ¿por qué nos cuesta tanto? Y la respuesta tiene tanto de ancho como de largo; me basaré en las ciencias del comportamiento para explicarlo.
Quiero empezar citando un comentario de Robert Kegan en una de sus investigaciones acerca del cambio:
“Nos hemos dado cuenta que si una persona solo trata de cambiar su comportamiento sin antes tratar de encontrar las causas mentales que llevan a tal comportamiento, entonces la persona se está basando en su poder de voluntad y todo poder de voluntad tiene su límite. Algunos tienen más que otros, pero eventualmente se acaba. Al cambiar la mente de las personas, se cambian los comportamientos naturalmente”.
Y es así como se resuelve este gran interrogante. Si como personas no hacemos un acto consciente de querer cambiar algo, dándole un profundo sentido a lo que queremos conseguir con el cambio, no es viable dejarlo solo en un acto de voluntad, porque este en algún momento se agota, y no resuelve un tema que requiere mayor conciencia, y es el para qué estoy haciendo lo que estoy haciendo, qué quiero al finalizar el proceso, qué debería pasar que no está pasando.
Veamos un ejemplo: Una persona que quiere bajar de peso, visita al médico, quien le da una dieta y un plan de entrenamiento personalizado para lograrlo. La persona tiene toda la voluntad de hacerlo, pero no una intención clara del para qué va a hacerlo; esta persona empieza con su plan, sin embargo, no logra los resultados esperados, esto debido que lo hace por un acto de voluntad pero sin una intención clara.(su intención es bajar de peso, lo tiene claro)
¿Y por qué no pasa? Porque creemos que tanto el cuerpo como la mente tienen un sistema inmunológico y trabaja para protegernos y cuidarnos. Sin embargo, algunas veces ese sistema puede cometer errores. La mente ha desarrollado un escudo de protección y en muchos de los casos el sistema está funcionando muy bien, pero en otros hay nuevas ideas que el sistema tiene que adoptar pero que las ve como una amenaza y por ende las rechaza. Estas ideas serían las que ayudan a cambiar la forma de pensar de las personas para que así logren cambiar sus comportamientos.
En conclusión, todo esto nos indica que existe una relación compleja e interdependiente entre mente y conducta. La mente recibe información e influencias externas e internas que permiten desencadenar las conductas más apropiadas en cada momento. Además, nuestro comportamiento conlleva consecuencias en el ambiente, que pueden experimentarse como positivas o negativas para nosotros. Dichas consecuencias nos hacen aprender y modifican la probabilidad de que esa conducta se repita o no. El aprendizaje alcanzado termina produciendo cambios a nivel cerebral, en concreto, en las conexiones sinápticas de nuestro cerebro.
Por: Cristina Zapata.