Hasta hace algunas semanas, muchos de nosotros llevábamos una vida “normal”: cumpliamos con nuestro trabajo y con una jornada laboral, teníamos reuniones, viajes y compromisos, salíamos muy temprano de nuestras casas y volvíamos en la noche a descansar o a compartir un rato en familia, planeábamos las vacaciones y hacíamos las compras para la comida con amigos del fin de semana.
Con el pasar de los días, empezamos a escuchar en las noticias sobre “algo” que estaba pasando en China, sin embargo, cada uno de nosotros siguió pensando en el informe que debía entregar y en la reunión del miércoles hasta que ese “algo” fue creciendo y nos dimos cuenta que estábamos ante una situación que ninguno de nosotros, ni en las más creativas historias, hubiera podido predecir: una pandemia que ha afectado la salud pública y que nos ha obligado a permanecer en “cuarentena” en nuestras propias casas.
En menos de lo que pensamos la realidad cambió: el 11 de enero funcionarios chinos de salud anuncian la primera muerte entre los contagiados por ese “algo” que en realidad es un nuevo virus, 2 días después, la OMS informa sobre el primer caso de una persona infectada fuera de China, una mujer en Tailandia, el 16 de enero se confirma un nuevo caso en Japón, el 20 de enero en Corea del Sur, el 21 de enero en Estados Unidos, el 24 de enero en Francia y así nos vamos enterando de la situación hasta la OMS informa oficialmente sobre el COVID-19 y declara “una emergencia de salud pública de importancia internacional.
El 6 de marzo el Gobierno Nacional anunció el primer caso en el país, los niveles de incertidumbre aumentaron y “¿qué va a pasar?” era (y aún es) la pregunta más frecuente. En poco tiempo las empresas de todo el país entendieron que es una situación sin precedentes y empezaron a movilizarse hacia el cambio, anunciando medidas pensando en el bienestar de los colaboradores.
Las situaciones de incertidumbre generan miedo hacia lo desconocido, pero la crisis actual la vemos como una oportunidad para impulsar una transformación cultural en las organizaciones.
Nos reinventamos, escuchamos más sobre “teletrabajo, home office, trabajo remoto, etc.”, vemos equipos de trabajo trasladado sus reuniones a espacios virtuales y entendemos que comienza el reto de transformarnos como empresas, personas y sociedad.
Aquí se pone a prueba la coherencia y se reta a la cultura de las organizaciones: ¿serán capaces de contener a sus equipos y demostrar confianza en una coyuntura como esta? ¿serán capaces de transmitir esos valores y pilares de manera remota? ¿serán capaces de empatizar con las necesidades de los colaboradores ante esta pandemia?
Pero, ¿por qué cultura en un momento como este? porque el COVID-19 nos sacó de nuestro piloto automático y nos demostró que queramos o no las cosas deben cambiar, que las organizaciones están llamadas a transformarse y que debemos ser capaces de liderar con empatía, de comunicarnos con asertividad y tener la flexibilidad necesaria para ofrecer soluciones que mitiguen la coyuntura que estamos viviendo.
Este cambio de realidad requiere la creatividad de las organizaciones para cohesionar a los equipos y una cultura gestionada correctamente para mantener altos los niveles de engagement que nos permite superar los retos, dar la milla de más y sobre todo, mantener la calma que tanto necesitamos como país.
En los últimos días lo hemos evidenciado: las empresas con una cultura fuerte son las que más han sobresalido; han apoyado a sus colaboradores para trabajar desde casa, han llevado los pilares que tanto refuerzan en las carteleras a la realidad, han hecho un gran esfuerzo para ayudar al país y han motivado a las personas a seguir dando lo mejor incluso cuando el futuro es incierto.
Es momento de mostrarle a los colaboradores que contamos con ellos para salir adelante, es momento de unirnos como sociedad para transformarnos, es momento de llevar la cultura a la acción y es momento de cambiar el mundo desde adentro.
Por: Carolina Jordán
Un aliada experta en la red de Cooltura.